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Ana Karenine

deudas y poco dinero. El partido liberal pretendía que el matrimonio era una institución envejecida, por lo cual urgía reformarla; y para Arcadievitch, la vida conyugal ofrecía, en efecto, pocos atractivos, pues obligábale á mentir y á disimular, cosa que repugnaba á su carácter. Los liberales decían, ó más bien daban á entender, que la religión no es un freno sino para la parte inculta de la población; y Estéfano Arcadievitch, que no podía asistir á la misa más corta sin resentirse de las piernas, no comprendia porqué la gente se inquietaba con temor del otro mundo cuando tan bueno es vivir en éste.

Añádase que á Oblonsky no le disgustaba alguna buena broma, y que le divertía escandalizar á las personas timoratas, sosteniendo que cuando alguno se glorifica de sus antecesores no conviene detenerse en Rurick y renegar del hombre primitivo el mono.

Las tendencias liberales llegaron á ser también una costumbre para Estéfano, y amaba su diario como su cigarro después de comer, sólo por el gusto de que una ligera bruma rodease su cerebro.

Estéfano Arcadievitch recorrió el artículo de fondo, en el cual se explicaba que en nuestro tiempo nadie debe inquietarse al ver que el radicalismo amenaza absorber todos los elementos conservadores; y que es un error suponer que el gobierno deba adoptar medidas para aplastar á la hidra revolucionaria. «Á nuestro modo de ver, por el contrario, el peligro no proviene de esa famosa hidra, sino de la terquedad tradicional que contiene todo progreso, etc., etc.»» Estéfano recorrió igualmente el segundo artículo, sobre la hacienda, en el cual se hablaba de Bentham y de Mill, con algunas indirectas al ministerio; y rápido para asimilárselo todo, comprendía todas las alusiones, adivinaba su origen, y las personas que eran blanco de ellas, lo cual solía divertirle mucho; pero esta vez su goce se acibaraba al recordar los consejos de Matrona Filemonovna, y por el sentimiento de malestar que en su casa reinaba. Sin embargo, recorrió todo el diario: supo que el conde de Beust había marchado á Wiesbaden; que ya no había cabello gris; que se vendía una carretela; y que una joven buscaba casa donde colocarse. Estas noticias no le produjeron la satisfacción tranquila y ligeramente irónica que solía experimentar. Terminada su lectura, tomó una