Página:Ana Karenine Tomo I (1887).pdf/127

Esta página no ha sido corregida
125
Ana Karenine

La figura de Alejo Alexandrovitch, con su aspecto de ciudadano bien conservado, su aire severo, su sombrero redondo y su espalda algo encorvada, no pudo menos de chocarle; y experimentó la desagradable sensación de un hombre acosado por la sed, que al descubrir un manantial de agua pura, tiene el disgusto de verla enturbiada por un perro, un carnero ó un cerdo. El andar rígido y acompasado de Alejo Alexandrovitch fue lo que más llamó la atención á Wronsky, quien no reconocía en nadic el derecho de amar á Ana. Cuando esta ultima apareció, reanimóse al verla, y su corazón latió apresurado. Después de ordenar á su criado alemán que se llevara el equipaje, acercóse para presenciar el encuentro de los esposos, y con la perspicacia del amor sorprendió al punto la expresión forzada con que Ana recibió á su marido. «No se dijo no le ama, ni puede amarle.» En el momento de acercarse, observó con alegría que Ana echaba de ver su presencia; aproximóse á ella como si la reconociese de pronto y la preguntó: ¿Ha pasado usted bien la noche?—Y al mismo tiempo saludó al esposo, esperando que éste le correspondiese, aunque sin cuidarse de que le reconociera ó no.

Muy bien, gracias—contestó Ana.

Su rostro, sin embargo, expresaba la fatiga; pero sus ojos brillaron un momento, apagándose después al punto, lo cual bastó para que Wronsky se diera por feliz. Ana fijó después la vista en su esposo para ver si se acordaba del conde; mas Alexandrovitch le miraba con aire descontento, pareciendo que trataba de reconocerle. El aplomo de Wronsky se estrelló esta vez contra la calma glacial del señor de Karenine.

—El conde Wronsky—dijo Ana.

—¡Ah! me parece que nos conocemos—replicó Alexandrovitch con indiferencia, ofreciendo su mano. Veo—añadióque has viajado con la madre á la ida y con el hijo a la vuelta. Sin duda estará usted con licencia—dijo á Wronsky; y sin esperar contestación, volvióse hacia su mujer y añadió con el mismo tono irónico: Y qué tal, se han vertido muchas lágrimas en Moscou al efectuarse la despedida?

Esta manera de hablar exclusivamente con su esposa, demostraba á Wronsky que Karenine deseaba estar solo con ella; y Alexandrovitch lo confirmó tocando su sombrero y