Página:Ana Karenine Tomo I (1887).pdf/115

Esta página no ha sido corregida
113
Ana Karenine

para Levine constituía el ideal de la perfección, y que se proponía continuar con una familia propia.

Levine no conservaba apenas memoria de su madre; pero su recuerdo le era sagrado, y si se casaba, su esposa debía asemejarse mentalmente á ese ideal encantador y adorado.

Para él no podía existir el amor fuera del matrimonio, y aun iba más allá: opinaba que á la familia debía atender ante todo, y después á la mujer que se la dicse; de modo que sus ideas sobre el casamiento diferían mucho de las que profesaban los más de sus amigos, para los cuales el matrimonio representaba únicamente uno de los numerosos actos de la vida social; mientras que Levine lo consideraba el más importante de la existencia, aquel de que dependía toda su felicidad. ¡Y sin embargo, era preciso renunciar!

Cuando entró en su pequeña sala donde solía tomar el té, y se hubo sentado en su sillón con un libro en la mano; en tanto que Agata Mikhaïlovna le llevaba su taza y colocábase junto á la ventana, diciendo como de costumbre: «Padrecito, permitame usted sentarme,» Levine reconoció que no había renunciado á sus meditaciones, ni podria vivir sin ellas. Se casaría con Kitty o con otra, pero se casaría. Las imágenes de una futura vida de familia ocupaban su pensamiento, y sólo se distraia de ellas para escuchar á veces las habladurias de Agata, comprendiendo que en el fondo de su alma se moderaba alguna cosa, aunque fijándose también irrevocablemente.

Agata refería cómo Prokhor se había olvidado de Dios, y en vez de comprar un caballo con el dinero que Levine le diera, había comenzado á beber sin tregua, y á pegar á su mujer hasta matarla casi: escuchando estas cosas Levine leia en su libro, y en él hallaba el hilo de los pensamientos que en él despertaba la lectura. Este libro era de Tyndall, y trataba del calórico. Levine recordó haber criticado al autor por la satisfacción con que hablaba del buen éxito de sus experimentos, y por su falta de observaciones bajo el punto de vista filosófico. De repente, una idea agradable cruzó por su espiritu, y murmuró: «De aqui á dos años podré tener dos holandesas, y aun conservaré á Pava. ¡Será magnifico !» Después continuó su lectura, y dijose á poco: «Pues bien, supongamos que la electricidad y el calor no sean sino una sola y 8 TOMO 1