Página:Ana Karenine Tomo I (1887).pdf/110

Esta página no ha sido corregida
108
Ana Karenine

—¡ Déjame en paz, ó de lo contrario te sacudo!

María desarmó á Nicolás con una sonrisa, y retiró la botella.

—Tal vez te parezca á ti—dijo Nicolás á su hermano—que esta mujer no entiende nada; pero te aseguro que es más lista que nosotros. ¿No te parece que hay algo bueno en ella?

—¿No ha estado usted nunca en Moscou?—preguntó Constantino, por decir alguna cosa.

—No la trates de usted—dijo Nicolás—pues salvo el juez de paz que la juzgó cuando quiso salir de la casa donde estaba, todos la tutearon siempre. ¡Dios mío, cuánta falta de buen sentido hay en este mundo!¡ Esas nuevas instituciones, esos jueces de paz... qué monstruosidades!

Constantino escuchaba silencioso; aquella necesidad de negar y criticar, que compartía con su hermano, érale desagradable en aquel momento.

—Ya comprenderemos todo eso en el otro mundo—dijo en tono de broma.

En el otro mundo !—repitió Nicolás—no me hables de eso, que me desagrada mucho !—añadió fijando en su hermano una mirada de terror.—Bueno sería salir de este caos, de todas estas miserias; pero temo mucho la muerte.—Vamos, bebe un poco—dijo, estremeciéndose involuntariamente.¿Quieres un poco de champaña, ó te parece mejor que salgamos? Iremos á ver los bohemios. ¿Sabes que me he aficionado á sus mujeres y á las canciones rusas ?...

Nicolás tenía ya la lengua muy torpe, y tan pronto hablaba de una cosa como de otra, por lo cual Levine, auxiliado por.

Macha, indújole á no salir, y le acostaron completamente ebrio.

Macha prometió á Levine escribirle, si fuese necesario, esforzándose para persuadir á Nicolás á que fuera á vivir á su casa.

XXVI

Á la mañana siguiente, Levine salió de Moscou, y por la noche hallábase ya en su casa. Durante el viaje, trabó con-