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Ana Karenine

— Han traido papeles del tribunal?— preguntó Estéfano Arcadievitch, tomando el telegrama y sentándose delante del espejo.

—Están sobre la mesa—contestó Matvei, dirigiendo á su amo una mirada interrogadora y de simpatía. Y después de una pausa, añadió con maliciosa sonrisa: —Se ha recibido un recado del alquilador de coches.

Estéfano Arcadievitch, en vez de contestar, miró á Matvei por el espejo, y esta mirada demostró hasta qué punto se comprendían aquellos dos hombres. «¿Por qué dices eso?» parecía preguntar Estéfano.

Matvei, con las manos en los bolsillos de su chaquetón y las piernas algo entreabiertas, contestó con imperceptible sonrisa: —He dicho que vuelvan el domingo próximo, y que hasta entonces no molesten al señor inútilmente.

Estéfano Arcadievitch abrió el telegrama, recorrióle con la vista, corrigió lo mejor que pudo el sentido figurado de las palabras y su rostro se serenó.

—Matvei, mi hermana Ana Arcadievna llegará mañanadijo Estéfano, deteniendo un instante la mano regordeta del barbero, que con ayuda de su peinecillo disponíase á trazar una raya en su rizada barba.

—¡Dios sea loado !—repuso Matvei con un tono que demostraba que, así como su amo, comprendía la importancia de aquella noticia, en el sentido de que Ana Arcadievna, la hermana querida de su amo, podía contribuir á la reconciliación del marido y de la mujer.

—¿Viene sola ó con su esposo?—preguntó Matvei.

Estéfano no podía contestar, porque el barbero se había apoderado de su labio superior, pero levantó un dedo; y Matvei hizo con la cabeza un movimiento que se reflejó en el espejo.

—Sola. Se habrá de preparar su habitación arriba?

—Donde Daría Alexandrovna lo tenga por conveniente.

—Daría Alexandrovna? — preguntó Matvei con aire de 'duda.

—Sí; y llévale este telegrama; veremos lo que le parecerá.

—Quiere usted probar—comprendió Matvei; pero limitóse á contestar: «Está bien.»»