Página:Ana Karenine Tomo I (1887).pdf/109

Esta página no ha sido corregida
107
Ana Karenine

Por qué no te casas?

—Aún no he hallado mujer—respondió Levine sonrojándose.

—¿Cómo es eso? En cuanto á mí, todo ha concluido; he malgastado mi vida; pero digo, y diré siempre, que si me hubieran dado mi parte de herencia cuando la necesitaba, otra hubiera sido mi suerte.

Constantino se apresuró á cambiar de conversación.

—¿Sabes que conservo algunos objetos tuyos en mi casa de Pakrofsky?

Nicolás hizo un movimiento nervioso con el cuello, pareciendo reflexionar.

—¡Ah!—exclamó—dime lo que pasa en Pakrofsky. ¿Está la casa lo mismo? ¿Y nuestros abedules, y nuestra habitación de estudio? Es posible que Felipe el jardinero viva aún?

¡Cómo me acuerdo del pequeño pabellón y de aquel diván grande! No cambies nada en la casa, busca esposa pronto y vuelve a la vida de otro tiempo. Yo iré entonces á tu casa, si tienes buena esposa.

—¿Y por qué no has de ir ahora? Nos arreglaríamos muy bien.

—Ya hubiera ido si no temiese encontrar á Sergio Ivanitch.

—No le encontrarás: yo vivo independiente.

—Sí, pero por más que digas, te es preciso elegir entre él y yo—dijo Nicolás, fijando con temor una mirada en su hermano.

Aquella timidez conmovió á Levine.

—Si quieres que te hable con franqueza respecto á vuestra disputa, te diré que no me declaro en favor del uno ni del otro; en mi concepto, ambos estáis en un error; sólo que tú te engañas exteriormente, y él interiormente.

—¡Ah! ¡tú lo has comprendido !—gritó Nicolás con una explosión de alegría.

—Y si quieres saberlo todo—dijo Levine—añadiré que tu amistad es la que aprecio personalmente más, porque...

—¿Por qué, por qué?

Constantino no se atrevía á decir que era porque compadecía á Nicolás; pero éste lo comprendió, y siguió bebiendo con aire sombrío.

—Basta, Nicolás —dijo María Nicolaevna, alargando su gruesa mano para coger la botella del aguardiente.