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Ana Karenine

el carácter de Nicolás, que había imposibilitado siempre toda relación de familia; habíase representado á su hermano de otra manera al pensar en él; pero al observar sus facciones y ademanes, recordó el pasado.

—No he venido á pedirte nada—contestó Levine con timidez;—mi único objeto era verte.

El aspecto temeroso de su hermano dulcificó á Nicolás.

—¡Ah!—exclamó, haciendo una mueca;—en ese caso, entra y siéntate. ¿Quieres cenar? Macha, trae tres platos... no, espérate. ¿Sabes quién es?—añadió señalando al hombre mal vestido;—es mi amigo Kritzki; le he conocido en Kiew, y le tengo por persona muy notable. La policía le persigue, naturalmente, porque no es un cobarde.

Así diciendo, miró á los presentes, como lo hacía siempre después de hablar, y dirigiéndose luego á la mujer que estaba á punto de salir, gritó: —¡Te digo que esperes !

Y comenzó á referir, con esa dificultad para hablar que Levine conocía ya, toda la historia de Kritzki: dijo cómo se le había expulsado de la universidad por haber querido fundar una sociedad de socorros; recordó que después fué nombrado maestro de instrucción primaria; y que por último dió motivo á una formación de causa, sin saberse á punto fijo por qué.

—¿Es usted de la universidad de Kiew?—preguntó Levine para interrumpir un silencio enojoso.

—Sí, he sido—contestó Kritzky, frunciendo el entrecejo con expresión de enojo.

—Y esa mujer—añadió Nicolás señalándola—es María Nicolaevna, la compañera de mi vida; la he recogido en una casa, pero la amo y la aprecio, y todos aquellos que quieran conocerme deben respetarla: la considero como mi esposa. Ya sabes á qué atenerte; y ahora, si crees rebajarte, dueño eres de irte.

Y dirigió una mirada interrogadora á los presentes.

—No comprendo por qué me rebajaría—dijo Levine.

—Pues entonces, que suban tres raciones, Macha, aguardiente y vino; no, espera... vamos, es igual, véte.