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MIGUEL DE UNAMUNO

hombro, le dice el médico: — No indigeste de fósforo al genio, amigo Carrascal, que no basta fósforo en el cerebro para que éste dé luz; no basta, pues acaso le tenemos todos de sobra.

— ¿Entonces?

— ¡Es menester además... raspa!

— ¡Piedra, yesca y eslabón! que cantábamos de niños.

— ¡Exacto!



— Ya que no quieres ir á la ópera — dice un día Avito á su mujer — he ideado lo que la sustituya...

Hace traer un aristón, coloca en él el disco de una melodiosa sonata, y puesta la mano en el manubrio dice:

— Quiero que oigas música. Además, las vibraciones rítmicas palpitarán en el aire y esas vibraciones habrán de trasmitirse en torno... Allá donde lleguen todo se acordará rítmicamente en cuanto sea posible, y no cabe duda, las tiernas células del embrión habrán así de hacerse más armónicas... Ven, acércate, siéntate ahí...

— Pero...

— ¡Pero ahora escucha!

Empieza á darle al manubrio. La pobre Materia soñolienta mira con sus tersos ojazos cándidos