dos del Año cristiano, hombres antisociales y mejor aún que antisociales antisociológicos. Y al observar la expresión de su mujer se dice: «¡hasta las entrañas mismas! ¡esto hará su efecto!»
Marina se siente mal y Avito se alarma por ello. Ocurre sele si podrá ser un parto prematuro, y sorprendido de su imprevisión en este respecto, piensa pedir una incubadora Hutinel, por si acaso. Y hasta le halagaría, allá, por muy dentro, que fuera tal cosa, pues podría así comprobar en su hijo las maravillas de la ciencia. Y como la indisposición de su mujer se agrava, tiene que llamar al médico, un médico sociólogo también.
— ¿Qué? — pregunta Avito ansioso, después del reconocimiento médico, pensando en la incubadora.
— No es más que una indigestión... una fuerte indigestión... ¿qué ha comido usted, señora?
— ¡Alubias!
— Pero eso...
— Es que me hastían ya, las aborrezco...
— ¿Pues por qué las toma?
— Soy yo, soy yo quien se las hago tomar... por causa del fósforo...
— ¡Ah! — y poniéndole una mano sobre el