interior que le dice: «que marra la ciencia... que caes, Avito...», coge á la Materia en brazos y la aprieta contra el pecho.
— Déjeme, por Dios, déjeme... déjame... mi hermano...
— ¿Quién? ¿Fructuoso?
— Lo mejor será acabar pronto, Avito.
— Querrás decir empezar pronto, Marina.
— Como quieras.
— Sí, empezar pronto como quiera. Y ahora ven, sellemos el pacto.
— ¿Qué es eso?
— Ven, ven, y lo verás.
La coge ahora de nuevo, la aprieta en los brazos y le pega en la boca un beso, de los que quedan. Y así, sujeta, sofocada la pobre, con el corazón alborotado, dícele él:
— Tú... tú... Marina... tú...
— Ay, por Dios, Avito, ay... por Dios... — y cierra los ojos.
También Avito los cierra un momento, y solo se oye el latir de los corazones. Y la voz interior le dice á Carrascal: «el corazón humano, esta bomba impelente y absorbente, batiendo normalmente, suministra en un día un trabajo de cerca de 20.000 kilográmetros, capaz de elevar 20.000 kilos á un metro...» Y en voz alta, como ena- jenado:
— Bomba impelente...