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á la mirada de Daniel como el tipo contrario del señor Agüero alto, delgado, una fisonomía pálida, animada y franca: una boca donde la sonrisa constante revelaba la dulzura del tempersmento, al mismo tiempo que la expresión ingenua del semblante respondía por la lealtad de esa sonrisa; ojos pequeños, pero vivísimos é inteligentes; una frente poco alta, pero bien redondeada, poblada de un cabello obscuro y lacio que caía sobre unas sienes descarnadas, y que más revelaban las disposiciones del poeta que del político; tales funron las primeras impresiones que recibió Daniel de la fisonomía del señor Varela, que entró en la sala perfectamente vestido de negro, y cuyo bien acomodado traje no hacía más elegante, sin embargo, el cuerpo alto y poco airoso que le dió la Naturaleza.

—Señores—les dijo el señor Martigny, después de saludarlos cordialmente, voy á tener el honor de presentaros un antiguo amigo de todos nosobres, y á quien, sin embargo, no habíamos visto nunca.

El señor Agüero y Varela miraron & Daniel.

—Es un compatriota vuestro—dijo el señor Martigny.

Daniel y los recién llegados se hicieron un saludo. El señor Agüero no perdió la gravedad de su fisonomía. El señor Varela, por el contrario, pareefa felicitar la llegada de Daniel con su expresiva sonrisa, y dijo:

Y podremos saber el nombre de este caballero?

—Poco adelantaríais con eso—continuó el scñor Martigny, pero os daré mucha luz pregun-