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ó menos, él cstaba seducido como los demás, y no pudo sacudir de su espíritu cierta impresión nueva, avasalladora, puede decirse, al hallarse cara á cara por la primera vez de su vida, con el señor don Julián Agüero, ministro del señor Rivadavia, y con el señor don Florencio Varela, hermano del poeta clásico de ese nombre, y el primer literato del numeroso é ilustrado partido que se llamó unitario.

11 ▸ Daniel miró con una rápida ojeada á los dos personajes que se le presentaban.

El señor Agüero era un hombre como de setonta años de edad, de una estatura regular, no grueso, pero sí fuerte y musculoso. Su color, blanco en su juventud, estaba morenizado por los años.

En su fisonomía, dura y encapotada, sus ojos se escondían bajo las salientes, pobladas y canas cejas que los cubrían, y uno de ellos especialmente, por defecto orgánico, quedaba más oculto que el otro bajo su espeso pabellón; de allí, sin embargo, despedían una mirada firme y penetrante de una pupila viva y pequeña. La frente era notablemente alta, sin ninguna arruga, y de la parte posterior de la cabeza venían á juntarse sobre la frente algunos cabellos blancos como la nieve, que cubrian un poco la parte superior, completamente salva.

Tal era todo cuanto pudo la primera mirada de Daniel descubrir en la persona del señor Agüero, que entró en la sala del señor de Martigny caminando un poco inclinado hacia la derecha como era su costumbre, vistiendo una levita color pasa, abotonada, corbata y guantes negros, con un pequeño bastón en la mano izquierda, que no le servía de apoyo, sino de juguete.

El otro personaje, el señor Varela, se presentó