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débil resistencia en el estado actual. Tomada la ciudad, ya no hay que pensar en Echagüe, en López y en Aldao: el poder de Rosas es Rosas mismo la República es Buenos Aires: deshagámonos de Rosas; tomemos posesión de la ciudad, y no hay guerra, señor Martigny, ó si la hay, scré insignificante y por corto tiempo.

L —Bien, señor; raciocináis admirablemente, y me complazco en anunciaros que el general Lavalle tiene la misma opinión que vos, sobre la invasión de Buenos Aires.

Ya?

—Desde antes de la batalla.

Los ojos de Daniel vertieron relámpagos de alegría.

Ei señor Martigny se aproximó á una mesa, y de una papelera de tafilcto verde tomó un papel, volvió al lado de Daniel, y le dijo:

—Ved aquí, señor, un extracto de carta del general Tavalle comunicada al señor Petión, jefe de las fuerzas francesas en el Paraná, por el señor Carril.

«Que su posición puede llegar a ser muy criti»ca. Que los soldados del enemigo son de una »fidelidad inconcebible hacia Rosas; que lo sufren »todo; y que no hay que contar con una defec»ción. Que, por consecuencia, el ejército de Echa»güe, que es tan fuerte en número como el suyo, >es bastante para acuparlo: pero que á retaguar»dia suya se forma otro ejército temiendo quedar, »de un momento á otro, entre las operaciones de »ambos. Que por esto solicita saber del señor Pe»tión si sus buques podrán transportarlo con dos »mil hombres á la otra costa.» —Y bien—dijo Daniel,—si esa era la opinión