Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/77

Esta página no ha sido corregida
— 73 —

francés, sonriéndose y mostrando bajo sus labios grucsos y rosados sus hermosos y blanquísimos dientes.

—Os sorprendéis, señor, de hallar tan joven á vuestro viejo corresponsal, no es así?

—Pero esa sorpresa cede el lugar á la que ine causa vuestra penetración, señor... perdonad que no os dé vuestro nombre: pues que para mí es un misterio aún.

—Que dejará de serlo en el momento, seor :

las cartas podían comprometerme; las palabras fiadas á vuestra circunspección, de ningún modo:

mi nombrs es Daniel Bello.

El señor Martigny hizo un elegante saludo, y él Daniel sentáronse junto á la chimenes, —Os esperaba con impaciencia, señor Bello, después de vuestra carta del 20, que he recibido el 21.

—El 20 os pedía una conferencia para el 23, y hoy estamos á 23 de julio, señor Martigny.

—Guardáis en todo una exactitud admirable.

Los relojes políticos deben estar siempro perfectamente arreglados, señor; porque de lo confrario, suelen perderse las mejores oportunidades que marca el tiempo, siempre tan fugaz en los acontecimientos públicos; os prometí estar el 28 en Montevideo, y héme aquí; debo estar en Buenos Aires el 25 á las doce de la noche, y estaré.

Y bien, señor Bello?

—Y bien, señor Martigny: la batalla se ha perdido.

—¡Oh, no!

—Lo dudáis? —preguntó Daniel un poco admirado.

—No tenemos todavía detalles oficiales: poro,