Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/73

Esta página no ha sido corregida
— 69 —

to: hacía media hora que estaba contemplando la ciudad, piatcada con los clarísimos rayos de la luna, y que se presentaba á sus ojos en forma de anfiteatro, descendiendo sus edificios de una leve colina, como se ven las piedras cristalizadas del hielo desde las orillas del Mar Pacífico, sobra la cordillera de los Andes.

MURA

Pero no era simplemente la bella perspectiva de la ciudad lo que absorbía la atención de esc hombre, sino los recuerdos que en 1840 despertoba en todo corazón argentino la presencia de la eiudad de Montevideo, contraste vivo y palpitante de la ciudad de Buenos Aires, en su libertad y en su progreso; y más que esto todavía, Montevidao despertaba en todo corazón argentino que llegaba á sus playas, el recuerdo de una emigración refugiada en él por el espacio de once años, y la perspectiva de todas las esperanzas de la libertad argentina que de allí surgian, fomentadas por la acción incansable de los emigrados, y por los acontecimientos que fermentaban continuamente en ose laboratorio vasto y prolijo de oposición á Rosas, en esc Montevideo en donde, sólo con dejar hacer, la población se había triplicado en pocos años, desenvuéltosc un espíritu de comercio y de empresas sorprendentes, y amontonádose cuanto elemento parecía suficiente para dar en tierra con la vecina dictadura.

Pero la imaginación humana abulta siempre el Jamaño de las cosas y de los hombres á medida que los ve de lejos, y aquellos hechos verdaderos cran hiperbolizados, sin embargo, en la fantasia de aquel hombre que contemplaba la ciudad desde la popa del pequeño bajel.

«Se han hecho fuertos, porque se han 8.90-