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U — 66 usted consigo el regalo del primer amor que he sentido en mi vida, y después... después olvideme. Yo conservaré estas horas, todas las palabras de usted, como el retrato de una felicidad cuyo original hallé en la tierra, y viviré feliz con la seguridad de volver a contemplarlo en el Ciclo.

Pero no más que esto, Eduardo. Yo sé, tengo fija, encarnado en la vida, la idea de que mi amor se convierte en lágrimas y desgracias, y es porque yo lo amo, porque quiero evitar la desgracia en el ser elegido de mi corazón.

Los ojos de Amalia estaban húmedos, radiantes; había algo de inspiración celeste en su mirada; su frente y sus mejillas estaban pálidas; sus labios, rojos como el coral, y sus manos, oprimidas entre las de Eduardo, trémulas como las hojas de una azucena abatida.

Amalia—le respondió Eduardo, ya no hay amor en mi corazón: hay la adoración que tienen los mortales por las obras de Dios sobre la tierra; la adoración que tiene un corazón como el mío por todo lo que es grande y sublime cn la naturaleza. A la mujer & quien creía feliz, hube ofrecido timidamente mi corazón; á la mujer que teme la desgracia, yo le doy mi corazón y mi destino, mi mano y mi porvenir. Yo sé que la muerte está pendiente hace mucho tiempo sobre mi cabeza: moriré á tu lado, tu última mirada e reconciliará con el mundo, y en el Cielo recibiré, como un perfume de tu amor, los suspiros que dé bu corazón á mi memoria. Hace un momento que te hablaba el amante; ahora te habla el hombre:

un corazón para amarte, un brazo para defenderto, una vida a la consagración de tu ventura, he ahí, Amalia, lo que te ofrezco de rodillas.

AMALIA 5. TOMO 15