Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/68

Esta página no ha sido corregida
— 64 —

Y bien?

Hoy, ye no pido á Dios en mis oraciones, sino que conserve mi corazón sin más ambición que la que hoy siento.

—Amalia, ídolo angelical de mi almia; sí, es necesario mentar & Dios en este momento, porque de su aliento divino salieron separadas nues tras almas para buscarse y encontrarse en el mundo. Ellas tuvieron un mismo origen; se han hallado, se han conocido y se han atado para siempre rápida y espontáneamente, como por obra de una inspiración de Dios. En ambos han sido necesarias les desgracias para alcanzar una felicidad suprema. Amalia, serás mia, mía para siempre, ¿no es verdad?

—Sí, sí; con el alma, con el pensamiento en todos los instantes de mi vida... pero, nada más por Dios! exclanó Amalia cubriéndose el rostro con sus manos.

— Amalia!

—No, no, jamás... perdón, Eduardo, no me arranque usted una promesa de que tiemblo... no hay un ser que me haya amado, que me haya pertenecido, que no haya sido pronto presa del infortunio. F genio del mal parece que se Buspende sobre la cabeza de aquéllos que se identi fican en mi suerte... ho perdido á cuantos me han amado... hay en mis sueños una especie de voz profética, un alarido de predestinación terrible, que ha sacudido mi pobre corazón cada vez que he llegado á imaginar una felicidad futura en mi existencia. Por compasión, Eduardo... yo acepto ese amor que hace hoy toda la felicidad de mi vida. Ya he sido amala como era la ambición de mi alına; no más, pues... separémonos, lleve