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Sí, soy feliz 1—exclamó Amalia después de un momento de éxtasis en que sus ojos hablan estado bebiendo amor y felicidad en los de Eduardo.

— ¡Amalia! ¡ si yo hubiera perdido por usted los más bellos años de mi vida; si yo hubiera derramado toda mi sangre, si estuviera en la tumba, esas solas palabras serían la corona de mi felicidad y de mi gloria!—exclamó Eduardo oprimiendo entre las suyas la delicada mano de su Amalia.

—Sí, soy feliz! ¿por qué negarlo? prosiguió Amalia. Un destino cruel parece que esperó mi nacimiento para conducirme en el mundo. Todo cuanto puede hacer la desgracia de una mujer en la vida, lo selló en la ría la Naturaleza. La intolerancia de mi carácter con las frivolidades de la sociedad los instintos de mi alma & la libertad y á la independencia de mis acciones: una volunlad incapaz de ser dohlegada por la humillación ni por el cálculo; una sensibilidad que me hace amar todo lo que es bello, grande o noble en la Naturaleza; todo esto, Eduardo, todo esto es comúnmente un mal en las mujeres; pero en nuestra sociedad americana, tan atrasada, tan vulgar, tan aldeánica puedo decir, es més que un mal, es una verdadera desgracia. Yo tuve la dicha de comprenderla, y entonces quisc aislarme de mi patria. Para vivir menos desgraciada, he vivido sola después que quedé libre y acompañada de mis libros, de mi piano, de mis flores, de todas esas cosas que otros llaman puerilidades, y que son para mi necesidades como el aire y como la lu, he vivido tranquila y... tranquila solamente.

Me faltaba algo... sí, algo.