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y en su espíritu, había pasado también por las manes de la naturaleza, fomenil, y poseía, como todas las de su sexo, ese repertorio de artes y secretos con los cuales tienen una facilidad exclusiva para volver el contentamiento al corazón de los hombres, mientras que poseen la virtud del Leteo para hacerles olvidar los sucesos ó las ideas que quieren; y diez minutos después, Eduardo no se acordaba de Mariño, y cl pasado y el porvenir, Buenos Aires y el Universo, habían desaparecido de sa memoria, absortas toda la acción y toda la sensibilidad de su alma, en ver, en escuchar, en beber el aliento y las sonrisas do su amada.

Si alguien hubiese tenido el poder de las sibilas, y, como los alientos de aquella criatura que dormía tranquila á dos pasos de Amalia y de Eduardo, hubiese podido difundirse en la atrnósfera tibia y perfumada de amor de aquel gabinete, habría comprendido entonces todo lo que hay de bello, de sentimental y de divino en ese amor del alma que sólo sienten los corazones nobles, y en esa lucha terrible, obra del mundo y de los Cielos, que se establece entre los sentidos y el espíritu, entre los descos de la Naturaleza y los deberes de la religión y la moral, entre las impresiones de la organización física y el sentimiento de respeto por el ser amado y por sí propio, cuando dos jóvenes, enamorados uno de otro, se encuentran en lo más fuerte de la impresión de su entusiasmo, instados por todo el incentivo de la soledad y del misterio, y que, sin embargo, cada uno se vence á sí mismo, y deja sobre la frente. casta de la mujer el purisimo cendal de ángel con que hajó del cielo.