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ante la susceptible aunque santa federación, por el hecho de ser ciudadanos de un país con cuyo gobierno estaba en cuestión el héroe esclarecido de aquella época de subversión y sangre, de salvaJismo y vandalismo.

El mismo general Mansilla no creyó ni por un momento que hubiese una segunda idea en el brindis de aquel joven, y en los secretos de su pensamiento admiró la locura de aquells alma á quien las doctrinas de la época habían extraviado tanto y tan temprano.

¡Providencia divina Daniel que azuzaba las pasiones salvajes de aquellos hombres; Daniel que, en efecto habría dado los mejores años de su vida porque su sanguinario deseo se cumplicse en alguno de los inocentes extranjeros que residian en Buenos Aires; Daniel, decíamos, cra el hombre más puro de aquella reunión, y el hombre más europeo que había en eila. Pero él quería buscar en esas gotes de sangre la ocasión de que la Francia, la Europa entera, descargase un golpe mortal sobre la frente del poderoso bandido de la federación, para contener de este modo el río de lágrimas y sangre que veía pronto & desbordarse sobre toda una sociedad cristiana é inocente; cra la aplicación de esa terrible, pero en muchos casos imprescindible, ley de la filosofía y de la moral, que autoriza el sacrificio de los menos para la conservación de los más: era un holocausto de intereses individuales en aras de la salvación general, lo que buscaba aquel joven consagrado con toda su conciencia á la liberación de su patria, y á reivindicar la humanidad tan ultrajada en ella; y buscaba esto á costa de su nombre, á costa de su porvenir quizá; arrostrando