Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/58

Esta página no ha sido corregida
— 54 —

tas gentes, como el buen vino, el ruido de las copas y los brindis.

Fué entonces también cuando se vertió una idea cuya expresión, sencilla y reducida á sus términos más precisos, hizo resaltar el fondo de aquélla, y que se grabase con acero en la imaginación de los concurrentes: esa idea Iué de Daniel.

Este joven, después de haber conducido á Amalia y á Florencia al salón, y dejándolas en baile con dos de sus amigos, volvió al comedor, y tranquilo, imponente podemos decir, se colocó en una cabecera de la mesa en medio del general Mansilla y del coronel Salomón, tomó una copa y dijo:

—«Señores, bebo por el primer federal que tenga la gloria de tenir su puñal en la sangre de los esclavos de Luis Felipe que están entre nosotros, de espías unos, de traidores otros, y de salvajes unitarios todos, esperando el momento de saciar sus pasiones feroces en la sangre de los nobles defensores del héroe de la América, nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes.» Nadie había tenido el valor de definir y expresar tan claramente el sentimiento de la mayor parte de los que allí estaban; y, como sucede siempro cuando alguien consigue interpretar los deseos informes de la multitud, cuyo labio no se presta comúnmente á darles vida y colorido con los incompletos recursos del lenguaje, aquellas palabras arrebataron la admiración de todos, cuya aprobación se manifestó espontáneamente con el coro de estrepitosos aplausos que sucedieron al brindis de aquel joven que lanzaba ese anatema de muerte sobre la cabeza de hombres culpables