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»pocos días en nuestra sala de representantes el »dignisimo federal Anchorena; bebamos porque »la Europa aprenda á conocernce, y sepa que »quien ha vencido en toda la América los ojércitos »y las logias de los salvajos unitarios, vendidos al »oro inmundo de los franceses, puede desde aquí »hacer temblar á los viejos y carcomidos tronos »de la Europa. Bebamos también por su ilustre »hija, segunda heroina de la Confederación, la >señorita doña Manuelita Rceas y Ezcurra.> Si el brindis del general Mansilla despertó el entusiasmo en el ánirio de los federales, el del diputado Garrigós despertó la locura dormida momientáneamente en su cerebro. Las copas se apuraron, no quedando una gota de licor, ni aun en la del caballero Mandeville, después de esa amable y lisonjera salutación á la Europa y al trono.

«Bomba, señores dijo el presidente de la »Sociedad Popular, después de haber visto las se»ñas que le hacia su consultor Daniel Ballo, que »se hallaba frente á él tras las sillas de Florencia »y Amalia.

»Brindo, señores—dijo Salomón, porque »nuestro ilustre Restaurador de las leyes viva to»da la vida, para que no muera nunca la federa»ción, ni la América, y para que... y para que...

»en fin, señores, viva el ilustre Restaurador de »las Leyes; su ilustre hija que hoy ha nacido; y »mueran los salvajes unitarios, y todos los grin»gos y carcamanes del mundo.» Todos aplaudieron federalmente la improvisación de aquel digno apoyo de la santa causa. El mismo ministro británico, como también el cónsul sardo, no pudicron menos de admirar la esponAMALIA 4.—TOMD II