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con que una persona de buen gusto Leva á las Barices una delicada «flor del aire», y los indecisos Jabios lo tomaban tiernamente, después que los ojos habían girado á derecha é izquierda para ver si alguien notaba el pecado capital de comer cuando se está para eso en una mesa.

S Todos los preceptos del Catón eran allí, escrupulosamente cumplidos; el cubierto siempre sobre el plato, y sobre el plato siempre lo que en él se había servido; esperando todos que alguien preguntase, para contestar; y como nadie preguntaba, ninguno de los convidados hablaba una palabra.

Habia alí, sin embargo, una dama que comía más libremente que las otras; y cra la señora esposa de don Antonio Díaz, ersonaje célebre de la emigración oriental que acompañó á Buenos Aires al expresidente Oribe. Esta señora, madre de preciosas hijas que allí estaban, se entretenia en comer medio budín, como postra de una pierzita de pavo y de una tierna pechugs de gallina, que había sahcreado para quitar de sus labios el gusto salado que habían dejado en ellos dos ó tres rebanadas de jamón, con que la señora quiso neutralizar el gusto á manteca que había dejado en su boca un plato de mayones con que había empezado á preparar eu apetito.

Los coroucles Salomón, Santa Coloma, Crespo, el comandante Moriño; los doctorca Torres, García, González Peña; los diputados Garrigós y Baláustegui, eran de los personajes más notables que servían de caballeros federales á las damas de la mesa. Pero los coroneles, y el comandante especialmente, maldecían con toda buena fo al maestro de ceremonias, Erézcano, que los había coloca-