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das partes, que la devora é usted y que acaba de decir á un amigo mío que ha de ser usted suya, ó que el diablo se lo ha de llevar.

—Ah! Entonces, felicitémonos, señora, y vamos á la mesa—dijo Amalia, volviendo á tomar el brazo de su compañero.

—No, no, despacio—dijo la señora de N... ;usted no sabe, mi querida, qué hombre es ese.

— Ese Lombre! Ese hombre es un loco y nada más, señora contestó Amalia, haciendo un imperceptible movimiento de hombros y saludando con una graciosísima sonrisa á la señora de N...

Daniel estaba en ascuns por la demora do Amalia, reservándole en la mesa una silla al lado de Florencia y temiendo por momentos que lá ocupase alguna otra.

Felizmente, Amalia entró en el comedor cuando aún no había sido ccupado aquel asiento, y se colocó en él: Daniel y su amigo permanecieron bras de las sillas de ambas jóvenes.

El.sempiterno maestro de ceremonias, coronel Erézcano, había determinado ciertos asientos en la mesa, según el rango de ciertas personas que allí estaban. Los demás asientos se ocuparon por las señoras indistintamente.

XI

ESCENAS DE LA MESA

La señorita de Rosas ocupaba una de las cabeceras de la mesa; á su izquierda estaba cl señor ministro de Hacienda, don Manuel Insiarte, y á su