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—Señora, estoy á los pies de usted.

Y qué se ha hecho que no se lo ve en ninguna parte? enamorando é todas; ¿esta es su prima?

—Si, señora; la señora Amalia Sáenz de Olabarrieta, y tengo el honor de presentársela á usted.

—Me alegro mucho de conocer á usted—dijo doña Mercedes dando la mano & Amalia, que so había puesto de pie á la presentación de Daniel.Yo tendré mucho gusto en que usted me trate—continuó.—No espere que Bello la lleve á mi casa, vaya no más á comer cuando guste. Si quiere, mi marido la irá é buscar, porque yo no soy tan celosa como él; éste ca mi marido, Rivera, el médico Rivera; no lo conocía usted?

—No tenía eso honor, señora.

—Sí, mucho honor; ¡si usted supiera lo que es!

no me deja ni respirar; en su cara se lo digo para que se avergüence; lo oyes?

—Lo oigo, Mercedes; pero estás embromando.

Sinvergüenza! Conque ya sabe; cuando quiera se va no más como á su casa.

Amalia no sabía qué contestar. Estaba aturdida, perdida. No había zi imaginádlose que existieran personas semejantes en el mundo, y mucho menos que tuvicra que entenderse con ellas. Y, sin embargo, el caráctor de esta hermana de Rosas,tan originalmente candida, cra el mejor y más inofensivo de la familia..

Felizmente, el comandante Maza, que parecía el caballero de Manuela en esa noche, se presentó á invitarla para llevarla á la mesa, y la escena cambió súbitamente.