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—Es una felicidad, caballero, porque esa seño rita está comprometida. No es verdad, señor?preguntó Florencia dirigiéndose á su compañero, que no era otro que uno de los amigos intimos de Daniel.

—Y puedo saber quién es el feliz caballero que acompaña á usted?

A usted?

—A la señorita Florencia.

—Un servidor de usted—dijo otro joven que se aproximaha á los interlocutores en ese momento, y que era uno de los que habían asistido á la reunión secreta pocas horas antes.

—¡Ah! está visto, es una verdadera conspiración contra mí — dijo Daniel paseando, encantado, sus miradas por el rostro y por el talle de su novia.

Usted lo ha dicho—dijo Florencia.

—Está bien, yo buscard algo que se asemeje & la señorita Florencia—le contestó Daniel haciéndole un gracioso saludo, cambiando una sonrisa que quería decir en cada uno: cestoy contento, y volvió adonde estaba Amalia en sostenida conversación con la señorita Manuela Roses.

Por predispuesto que estuviese el ánimo de Amalia contra el apellido de aquella joven, su amabilidad y sencillez habíanse insinuado en su carácter naturalmente bueno y gencroso. Manuela á su vez, impresionada por la belleza de Amalia, por la suavidad de su acentuación, y por ese buen tono sin esfuerzo que se descubría en ella, dejó arrastrar fácilmente sus simpatías hacia la Hermosa prima de Daniel, cuyo talento había sabido apoderarse del buen querer de cuantos rodaaban á Rosas, apareciendo á los ojos de las mu-