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—Sí, sí, ahora, mírala, allá anda.

Quién es el que la acompaña?

—Es un amigo mío, pero vén, allí está Manuela, voy á prosentarte á ella.

—Dime: ¿tengo que gritar ¡Viva la Federación al saludarla?—preguntó Amalia mirando á su primo con una sonrisa la más picante del mundo.

—Manuela es lo único bueno de toda la familia de los Rosas; quizá lleguen á hacerla mala, pero la Naturaleza la ha hecho excelente—dijo Daniel al oído de su prima, y cuando estaban ya á cuatro pasos de la hija del dictador argentino.

Mi prima, la señora Sácnz de Olabarrieta, quiere tener la satisfacción de ofrecer á usted sus respetos, señorita dijo Daniel á Manuela dándole la mano y haciéndole una elegante cortesia.

Manuela se levantó de su asiento, cambió con Amalia los cumplimientos de estilo, en el mejor tono posible, y ella misma, le ofreció un asiento á su lado.

Daniel pidió permiso á Amalia para dejarla un instante, y fué á buscar á su Florencia perdida entre la multitud de parejas que cuajaban los salones.

—Sabe usted, señorita, donde podré hallar á la señorita Florencia Dupasquier?—preguntó Daniel é la misma Florencia, luego que consiguió llegar hasta ella.

—Allí respondió Florencia señalando un grande espejo donde se reproducía en ese momento su preciosa figura.

Ah! mil gracias, pero está tan lejos, que me veo privado, á pesar mío, de invitarla para lo priinero que se baile.