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C Pero tienes dos brazos.

—Sea enhorabuena, ¿qué más?

—Después del baile llevarás á Florencia hasta su casa, no es cierto?

—A no ser que quieras que Florencia se vaya sola.

—Bien, & las dos de la mañana en punto, yo estaré en tu coche, cerca de la casa de Florencia; cuando hayan dejado á ésta, nos cambiaremos: bú pasarás á tu coche, y yo subiré en el de Amalia para acompañarla á Barracas.

Ah! Yo pensaba, caballero, que usted me haría el honor de cenar conmigo.

— Daniel, hace diez horas que no la veo! Mañana pasaremos todo el día juntos en Barracas.

¿Me perdonas?

A condición de una cosa.

—La que quieras.

—Que mañana te dejarás estar en cama todo el día.

— Diablo Y qué quieres que haga en la cama, después de haber pasado en ella veinte días eternos?

—Calmar la irritación que se haya producido hoy en tus heridas. No puedes tenerte, loco; hace doce horas que andas caminando en un pie; y un amante así, es lo más ridículo posible—dijo Danial, sonriendo.

—Sí, pero es que... no se me conoce contestó Eduardo, colorado hasta las orejas y tratando de poner muy derecha su piema izquierda.

—¡Oh, mundo! ¡Oh, mundo —exclamó Daniel echando al aire una bendición.

— Véte al diablo —dijo Eduardo, arrellanándose en el sillón.