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1 primer mirada. No es verdad que esa felicidad me espera, Daniel?

Si, Eduardo, y más que eso todavía; oye :

dentro de poco tendremos libertad, y con ella un campo inmenso para los trabajos de la inteligencia.

La felicidad la buscaremos en nuestra familia, la gloria la buscaremos en la patria. Viviremos junlos. Haromos en Barracas una magnifica casa, en una parte de ella viviréis tú y Amalia: cn la otra, mi Florencia y yo; y cuando necesitemos extraños ojos para que admiren nuestra felicidad, los buscaremos reciprocamento entre nosotros cuatro.

— Perfecto, perfecto plan, Daniel! Nosotros mismos educaremos a nuestros hijos, no es verdad? Y olvidaremos esos días pálidos de nuestra juventud: esa épocs terrible en que hemos vivido con el puñal al pecho, viendo deshojarse las mejores ramas de la existencia, de la patria y...

—Lo ves? ¿no te lo dije? Eramos muy felices hace un instante con las promesas de nuestra imaginación, y, sin saber cómo, arrojas tú mismo en ruestra copa de néctar ssa gota amarga de los recuerdos patrios. Bah! Dejemos esto — dijo Daniel levantándose y mirando el reloj—van á dar las doce, Eduardo.

—Bien, anda.

—Amalia no ha de querer estar sino hora y medis ó dos horas en el baile.

Y para qué más? Mira: no permitas que baile con ninguno de esa canalla inmunda, para que no la manche ninguno con su aliento, ¿oyes?

—Bien, ¿qué más?

—Cuando salga, dále tú el brazo hasta el coche.

—Eso es, y que Florencia vaya con el prime Fo que ia tome.

AMALIA 3. TOMO