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—dijo la abadeso haciendo girar el torno con una carta que don Cándido tomó, diciendo:

—Ya está en mis manos, madre ahadesa.

—Muy bien; ahí va el borrador de la otra.

—Ya lo tengo también.

—Recomiéndele usted nucho al señor don Felipe que les el borrador con toda atención y que haga en él las alteraciones que crea convenientes.

—Muy pocas tendrá que hacer, madre abadesa, porque las obras de Su Iteverencia deben ser completas, acabadas, perfectas.

—Si usted quiere leer el borrador?...

—Con el mayor placer, madre abadesa.

—Pero léalo alto; me gusta mucho oir leer lo que yo escribo.

— —Esa es propensión de todos los sabios y sabias de este mundodijo don Cándido desdoblando el papel, en el cual leyó en seguida:

«JESÚS .

»Excelentísimo señor:

»Rogamos al Dios del Cielo y de la tierra, So»berano Rey que da vigor al brazo victorioso de »Vuecelencia, para que reporte nuevos triunfos sobre sus encarnizados enemigos que acaban de »>invadir el país, y para que sean pulverizados por »Vuccclencia bajo la protección de la divine. Pro»videncia.

»En todas nuestras oraciones elevamos votos al »Ser Supremo porque se completen todas las glo»rias de Vuecelencia sin peligro de su vida, ni de »su importante y preciosa salud. Y que, abrasado xen el divino amor en que arde, viva eternamente para la felicidad de sus pueblos.