—Tortas es lo que más come el Excelentísirna Señor.
—Y también le hemos de mandar ú usbed una; usted vive en casa del señor don Felipe?
—No, madre abadesa. Yo vivo en mi casa. Soy indigno secretario del señor don Felipe. Pero cu vez de la torta, yo viviría más eternamento agredecido á Su Reverencia y á toda la Santa Comunidad, si se dignaran elevar á Dios sus piadosos ruegos por la seguridad y tranquilidad de ini vida, en este caos de trastornos por que estamos atravesando.
Mut Pero usted no es federal y secretario de Su Excelencia?
—Sí, madre, lo soy, pero tomo las intriges de los enemigos de Dios y de los hombres; y sobre todo, madre abadesa, temo mucho las equivocaciones.
—No tenga usted cuidado, lo hemos de hacer; ¿cómo se llama usted, hermano?
—Cándido Rodriguez, natural de Buenos Aires, de edad de 45 años, soltero, actualmente secretario privado de Su Excelencia el Gobernador delegado, humilde siervo do Dios, y criado de Su Reverencia y de toda la Santa Comunidad.
Y el señor don Felipe no le ha hecho & usted otro encargo, señor don Cándido?
—Sí, madre abadesa. Me ha encargado reciba de Su Reverencia una carta para Su Excelencia el Restaurador de todas las leyes, héroe de todos los desiertos y de la federación, y el horrador de otra que habrá de dirigirle Su Reverencia á pu nombre y al de toda la comunidad.
—Eso es; ya está tolo pronto. Ahí va la carta
