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es capaz de darnos mejores consejos que ese santo varón.

—Una persona ha de venir dentro de un momento, y por ella he de mandarlo á don Felipe lo que quiero que vee.

Sor Marta del Rosario acababa estas palabras, cuando sonó la campana de la portería, y una monja llegó al jardín á anunciar que preguntaban por la madre ahadesa.

Esta se levantó en el acto y fué al torno.

Era el señor don Cándido Rodriguez, quien, después de la introducción de forma, Ave María, etcétera, dijo á la abadesa :

—El Excelentísimo Señor Gobernador delegado, camarista, doctor don Felipe Arana, me manda saludar en su nombre á Su Reverencia, madre abadesa, y á toda la santa comunidad del convento, y preguntar por la salud de Su Reverencia y de toda la Santa Comunidad.

—Por la boudad de Dios todas gozamos de completa salud y estamos rogando por la del señor don Felipe y por la de todos los que se hallan en gracia del Espíritu Santo contestó Sor Marta, que por los estatutos de su orden sólo podía hacerlo por el torno, en la parte interior del locutorio de recepción.

—El Excelentísimo Señor Gobernador delegado me ha ordenado dar á Su Reverencia, las más finas benévolas gracias por las empanadas y el dulce de toronja.

—No salieron muy buenas las empanadas.

—He oído al Excelentisimo Señor que estaban muy buenas, y que se comió tres.

—Mañana le hemos de mandar al señor don Felipe unas tortas.