Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/313

Esta página no ha sido corregida
— 309 —

constitucionalismuo, en moral, en ciencia, en literatura, está unido á los nombres de los que han constituido el martirologio argentino bajo el puñal de los federales.

Cuanto más se aleja la historia de la vida desenfrenada de los caudillos de la federación, tanto más se acerca nuestro primer día político, el ponsamiento unitario se refleja mejor sobre la frente de nuestros primeros patriotas.

Moreno era unitario; quería un centro de poder genérico en la República.

Belgrano era más que unitario, era monárquico. Recibió la República como un hecho que se establecía al empuje de los acontecimientos, la sostuvo con su espada y la propagó en el Continente; pero en sus convicciones de hombre, la monarquia constitucional satisfacía los deseos más vivos de su corazón. La monarquía, único gobierno para que nos dejó preparados la Metrópoli. La Constitución, última expresión de la revolución americana.

Muchos otros la querían también.

Ellos sabían que no era la emancipación del principio monárquico lo que requerían las necesidades sociales de los pueblos de América. Estos necesitaban, para cumplir la grandeza de su destiro en el mundo, quebrar los lazos seculares que los ataban á una monarquia extranjera y atrasada.

Pero esas necesidades no pedían el divorcio del principio monárquico con los pueblos á este res pecto.

La raza, la educación, los hábitos, los intentos y el estado social, todo clamaba por la conservación de aquel principio. La geografía, el suelo mismo, coordinaban sus voces con los pueblos.