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todos tomaron su bautisme público en ese charco de sangre que se ha llamado federación en la República.

La historia argentina no exhibirá esa palabro sino como la representación de algún delincuente, como el signo convencional de alguna rebelión, de algún partido, de algún golpe preparado al progreso y á la libertad del país.

La federación, como sistema, jamás ha sido practicada en la República, ni los pueblos la exigieron nunca. Una sola vez fueron consultados y fué cuando aceptaron la Constitueión unitaria...

«Loa unitarios son demasiado ilustrados, relativamente a nuestros pueblos»—decían los federales en tiempo dei debats constitucional: — «y no pueden mandarlos porque los pueblos no enstenderían su civilización.» Pero los federales al mismo tiempo, pedían que asos pueblos se gobernasen y legislasen por sí solos...

¡Como si el pueblo, atrasado para comprender la ilustración ajena, pudiera á la vez ser bastante civilizado para darse lo más difícil de la existencia pública su legislación y sus principios de gobierno!

La federación no ha sido jamás cn la República sino el vicio orgánico que quisieron introducir en ella los caudillos alzados á la sombra de la ignorancia general... Y ahí está la tradición entera de ese pueblo. Desde 1811 las guerras civiles, el crimen oficial, el atraso, la estagnación de los elementos de progreso que tenía el pais, su ruina, en una palabra, todo es debido á los que han levantado la bandera de la federación. Y cuánta tradición honrosa tiene la República en armas, en