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día, de ese terrible infortunio, al pie de los Andes, las provincias de Cuyo rugían, haciendo eco á la voz del obispo, José Manuel Eufrasio, que levantaba su báculo, incitando á los pueblos á la persecución de aquellos desgraciados, predicando su muerte y su exterminio en la persecución !

Y Rosas, contento el bárbaro de ver su sistema dando los resutados calculados, escribía al obispo de Cuyo :

«Descargando Vuestra Señoría Ilustrísima un >anatoma justo contra los salvajes unitarios, im»pios enemigos de Dios y de los hombres, ofrece »un lucido ejemplo eminente. Resalta la verdadera »caridad cristiana, que, enérgica y sublime por »al bien de los pueblos, desea el exterminio de un »bando sacrilego, feroz, bárbaro... Altamente com.

»placido el infrascripto por los espléndidos triun>fos con que la Divina Providencia se ha dignado »onlucir las armas de nuestra libertad y honor, »quedando exterminados los feroccs salvajes uni.

»tarios, siente una satisfacción pura en retornar »á Vuestra Señoría Ilustrísima sus benévolas con»gratulaciones.— JUAN MANUEL DE ROSAS .» (1) Así el clero se prostituía.

El sentimiento religioso se pervertía en la sociedad.

La niñez abría los ojos ante un culto de sangre.

Y Roses, hijo de la federación, y jefe de ella, (1) Oficio dirigido al obispo de Cuyo, é inserto en el número G19 de la Gaceta».