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Sobre las losas de esos templos, en sus atrios, los mazorqueros, inflamados por la palabra de sus predicadores, agitaban su cuchillo y juraban mellarlo sobre la garganta de los unitarios.

El confesonario estaba convertido en otro púlpito de propaganda federal, donde se extraviaha la conciencia del penitente, pintando á Roses. como el protegido de Dios sobre la tierra, y mostrando á los unitarios como los condenados por Dios á la persecución de los cristianos.

Y esto escándalo, llevado al grado de propaganda diaria, caminaba, como una epidemia, por el aire, é iba á infestar y corromper al clero y las nociones de la moral y de lo santo, hasta en los últimos confires de la República, Uno de los bizarros cuerpos de la cruzada libertadora es deshecho y acuchillado por las fuerzas federales. A su espalda tiene la muerte en el cuchillo de Rosas. A su fronte tiene la muerte onbre las nioves de los Andes.

Esta invasión á la Naturaleze, en la estación de sus enojos, cuando el hombre no tiene entre los hielos más amparo que Dios, que parece á veces castigarlo por su insersata vanidad, que arrastra el pie morta! donde parece que sólo el rayo del sol y las alas del aire pueden llegar, ofrecía un espectáculo pasmoso.

Nuestros valientes, sin embargo, atropellan las nieves.

Infinidad de ellos perecen en su lucha terrible con la Naturaleza. Quedan sepultados para siempro bajo enormes hielos que se desploman sobre sus cabezas. Y cuando el aire, la luz, el hielo y la gigante molo, guardaban quizá el silencio de la admiración, en presencia de esa magnífica osaAMALIA 20. TOMO II