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argentino, la religión no podía librarse del sacudimiento universal, porque sus representantes en la tierra son hechos, por desgracia, de la misma cera modificativa que los profanos.

Exhaustas las fuentes purísimas del cristianismo, la justicia, la paz, la fraternidad, la tolerancia, la religión divina no encontró en Buenos Aires otros hijos dignos de su severo apostolado, que los padros de la Compañía de Jesús:

Desenfrenadas las pasiones innobles en el corazón de una plebe ignorante al soplo instigador del tirano; subvertida la moral; perdido el equilibrio de las clases; rotos los diques, eu fiu, al desborde de los malos instintos de una multitud sin creencias, educada por aquel fanatismo espabol que abría los ojos del cuerpo á la superstición por el fraile, y cerraba los del alma á la adoración ingenua de la Divinidad, y á la comprensión de la más ilustrada de las religiones, la federación vió sin dolor la profanación de los templos, la prostitución del clero, y el insulto ecmetido á los altares y á la cátedra de la predicación evangélica, sin sentir en su conciencia el torcedor secreto de su crimen.

Rosas quiso despojar la conciencia de los hombros que lo sostenían en ci mando, do toda creencia que no fucse la de su poder; de otro temor que & su persona; de esperanza alguna que no fuese la que su labio prometía; de otro consuelo que el que ofrece al crimen la repetición del crimen. Y para eso era preciso insultar á Dios, la religión y la práctica de ella, á los ojos de esa multitud fanática y apasionada, cuyos rudos sentimientos explotaba.

Saccrdotes indignos de su misión evangélica se