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Cristiano, que es lo que yo quiero que sea.

Pero ahora es preciso que se vaya usted á ver á las monjitas y haga lo que le encargué.

—¿Ahora mismo?

—Sí, no se debe perder tiempo.

Y no crec Vuecelencia que ese cura desnaturalizado me está esperando en la bocacalle?

—No lo creo, porque sería un gran desacato.

Pero, en todo caso tome usted sus precauciones.

Oh, las tomaré! Mis ojos se multiplicarán, no tenga cuidado Vuccclencia.

No quiero que haya sangre.

Sangre! Yo le juro á Vuecelencia que haré todo cuanto de mí dependa para que no corra una gota.

—Bien, eso es lo que yo quiero. Váyase usted á ver á las monjas, y vuelva á la noche.

—A la noche?

—Si.

—Es la hora del crimen, Excelentísimo señor.

No, no ha de haber nada, vaya no más, que me voy a recostar un rato, antes que Pascualita haga poner la comida.

V ASÍ FUE

En el cataclismo en que habían caído, arrojados por la mano de Rozas, todos los principios de la constitución moral, social y política del cuerpo