Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/304

Esta página no ha sido corregida
— 300 —

No ha sido este hombre, no puede ser, no fué.

—El fué, scñor ministro Arana.

—No fui yo, señor cura de la Piedad—dijo don Cándido alzando la voz por primera vez, al verse bajo la poderosa protección del Gobernador delegado.

—Usted fué: en su cara se lo digo..

—No.

—Usted.

—Repito que no; y protesto una y tres veces contra la ofensa que me hace el poder celesiástico, gratuita, humillante y calumniosa.

—Despacio; paz, paz—dijo don Felipe.

—En la calle le he de decir yo que me also la voz—continuó Gaete, echando una mirada aterradora á don Cándido.

—No acepto ese desafío, pero nos mediremnos cuerpo á cuerpo en el campo de los tribunales.

—Paz, por amor de Dios, paz!—exclamaba don Felipe.

—Señor ministro, yo me voy, y he de ver al señor Gobernador.

—Haga usted lo que quiera.

—Ifasta más ver, scñor mío—dijo Gaeto mirando á don Cándido y dando la mano á don l'elipo.

—Vaya usted, hombre sonámbulo.

—Sondiablo lo he de hacer yo á usted.

—Vaya usted, visionario.

—A que...

—Vamos, rebírese, padre, retirese.

Y empujando suaveinente á Gacte, lo sand don Felipe fuera del gabinete, mientras don Cándido no cabía dentro de su levitón blanco, después del heroísmo con que acababa de portarse.