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Y hasta el mismo Restaurador.

También?

—A todas.

—Qué insolencia !

—He estado más de diez veces á ver al Gobernador antes de irse, pero no he podido hablarle.

Ha estado tan ccupado estos últimos días!

—Pero Victorica no está ocupado, y sin einbargo, no ha querido prender a los que le he dicho, porque dice que no tiene órdenes.

—Pero, si cs caso extraordinario, debe hacerlo.

—No lo hace porque nunca ha querido hacer nada de lo que yo ó los demás socios le decimos.

—Sus deberes, quizá...

No, eetor, ¡qué deberes ni qué deheros!

No lo hace porque no es tan federal como nosotros.

—Vaya hombre, vaya, calma.

—No quiero calma, no, señor. Y si usted no me da la orden, yo no respondo de lo que pueda suceder.

Pero qué es lo que hay?—preguntó don l'elipe que maldecía el momento en que le había entrado tal visita.

Qué es lo que hay?

—Si, vamos á ver, qué, si es cosa que merezca la pena...

Ya verá ustad si la mezoce. Oiga usted, sañor don Felipe.

—Diga usted, pero con calma.

—Oiga usted: tengo por el barrio de la Residencia unas antiguas amigas mías que me cuidan la ropa. Fuf ans nochs á verlas, hurú como dos meses; levanté el picaporte, entré y volví á cerrar la puerta. El zaguán estaba obscuro, ...

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