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oro, con el busto del Restaurador, que debía recogerla y metérsela en el bolsillo el que estaba escuchando sus relaciones con la sacra familia, por lo cual debía estar adinirando el poder y la influercia del personaje, ministro, ó juez, & diputado, etcétera.

Pero la mano de la Providencie estaba allí corquita, y en cuanto la conversación caía sobre algún asunto especial que debía girar entre las atribuciones oficiales del personaje, le daba entonces de chicotazos en la conciencia, haciéndole avergonzarse de sí mismo, ó haciéndole comprender que era un pobre gusano que pisaba Rosas, un pobre cómico que representaba un papel que no servía siro para hacerle comprender que estaba vostido de jergas de oropel.

Ninguno de ellos se atrovía á confosar su situación, á decir que de su rango no conservaba sino El titulo, y que toda jurisdicción, toda acción, pertenecía al autor de la comedia que representaba, pero no á la pobre compañía, contratada por veinte años, sin más regalías que su sueldo, sus vestidos de principes y reyes, y un beneficio de vez en cuando, con la obligación de no enojarse cuando la posteridad los apedrease.