Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/291

Esta página no ha sido corregida
— 287 —

Tu—s ma. hecho, porque estos difamadores debían estar en la cárcel.

Pero no me decía usted hace poco, que harto: compromisos teníamos, para andar persiguiendo á ctros?

—Si, pero no á los que nos difaman.

—No haga usted caso.

—Créame usted que estoy deseando dejar cl ministerio, señor don Bernardo.

—Se In creo; y pasar á vivir á su estancia, ¿no es eso?

Arana!

—¿Qué estancia, hombre, si está arruinada?

—Pues no dicen eso los unitarios..

— Qué hablan hasta de mi estancia ?

—De las estancias.

Jesús, Señor! Yo estancias?

Ġ —Y que están muy pobladas, y que todo eso ha sido mal adquirido, y que todas se las han de quitar á usted, por haber sido compradas con fondos del Estado; ¿qué sé jo cuántas cosas dicen ?

Pero es preciso que vayan á la cárcel.

Quiénes?

—Los que eso dicen.

Pero si lo dicen en Montevideo, señor Ah, en Montevideo !

—Pucs.

Traidores!

—Por supuesto.

—Vea usted: hasta un crucifijo de plata que me regaló el padre guardián de San Francisco después de la entrada de los ingleses, es decir, después que se fueron, se lo he tenido que dar al al-