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mirando á Mandeville; mientras don Cándido se persignaba, creyendo que Daniel había hecho pacto con el Diablo, y que él se encontraba en la asociación.

—Bien, pues—continuó Daniel,—á primera visha, esta alianza debería inspirar recalos al gahinete británico, schre la influencia comercial que adquiria la Francia en estos países, en el caso de que los unitarios briunfasen. Pero éstos hacen desaparccor esos temores con una política que no deja de ser hábil y conducente. Ellos hacen entender que las concesiones Lechas á la Francia no son una especialidad, sino un programa general que establecen para lo futuro en sus relaciones poHiticas y conzerciales para con los demás Estados.

Que su sistema de orden y garantías se extenderá á todos los extranjerna que residan en la República. Anuncian la libre navegación de los ríos interiores. Proclaman la emigración europea como una necesidad de estos países y distruen los intereses politicos con las perspectivas conierciales que ofrecen en ellos, una vez que triunfe su partido.

. — Traición es todo esto!—exclamó don Folipe, que no entendía una palabra ac cuanto acababa de oir.

—Prosiga usted—dijo Mandeville, interesado profundamente en las palabras de Daniel.

—En presencia de tal programa—prosiguió el joven, el Ministerio inglés toma en cuenta, de una parte, los inconvenientes de una hostilidad directa á la Francia en su cuestión en el Plata; y por otra, las ventajas que puede reservarse para lo futuro, con sólo que la Inglaterru se mantenga neutral en una cuestión cuyo resultado puede ser AMALIA 18.—TOMO II