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»en el Plata, no será, no, la obra de nuestra gene»ración, ni de nuestros hijos; y mis lágrimas nacen.

»de la terrible creencia que me domina, de que no »seré yo ni vosotros los que veamos levantarse en »el Plata la brillante aurora de nuestra libertad »civilizada, porque nos falta para eso naturaleza, »hábitos y educación para formar esa asociación >de hermanos que sólo la grandeza de la obra san>ta de nuestra independencia pudo inspirar en la »generación de nuestros padres.» —Sí, sí, nos asociaremos—gitaron muchos jóveneswww.

—Silencio, Edvardo, silencio, por Dios—dijo Daniel al oído de Eduardo.

«St, amigos míos, nos asociaremos—continuó »Daniel, y bajo el entusiasmo de esa idea, debe»mos separarnoa ya. Yo redactaré nuestro estatu»to. Será sencillo, la expresión de una necesidad »bien simple; poder juntarnos en un cuarto do »hora cuando la defensa ó la iniciación revolucio»naria lo requieran.

»Hoy es el 24 de mayo. Separémonos antes que »la luz del 25 sorprenda á tantos argentinos reuni»dos, que no pueden, sin embargo, saludarla li»bres.

»El 15 de junio nos volveremos á reunir en esta »misma casa y á la misma hora.

»Una sola palabra más: ponga cada uno de vos>otros sus medios, su influencia toda para evitar »que nuestros amigos emigren; pero, si decidida»mente lo quieren, que se acerquen á mí; yo res»pondo de la seguridad en su embarco. Pero sólo »para este caso buscad mi persona. Fuera de él, »huid de mí; censurad mi conducta entre los indi>ferentes; enturbiad mi nombre con vuestra cen-