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»Lungo que el señor inspector general dispuso la retirada del retrato, empezó la marcha en el >nismo orden, siguiendo la columna por el ex»presado arco principal, y de éste por la calle de »la Reconquista hasta la casa de Su Excelencia.

»Al salir de la fortaleza el acompañamiento, se »empeñaron las señoras on conducir el retrato de »Su Excelencia, tirando del carro que alternati»vamente habían tomado los generales y jefes de »la comitiva al conducirlo al templo. Las señoras »mostraron el más delicado y vivo entusiasmo, y »vizos con inmenso placer á las distinguidas se»ñoras doña...» etc., etc. (1).

Como se vc, pues, estas célebres fiestas tuvieron por origen un crimen; y dignas sucesoras de esa causa, las fiestas en af mismas eran crimen, y fueron más tarde madre de mil crimenes.

En el estado normal de las sociedades, en toda reunión pública, se trata de poner en competencia la cultura ó el talento, la elegancia ó el lujo.

En toda reunión pública, ó se trata de agradar, ó se trata de moralizar.

En las famosas fiestas parroquiales todo era á la inversa, porque el ser moral de la sociedad cstaba ya invertido.

Cada parroquia era un inmenso certamen de barbarismo, de groserfa, de vulgaridad y de inmoralidad, de patricidio y de herejía.

A la profanación del templo seguía la profanación del buen gusto, de las conveniencias, de las maneras, del lenguaje, y hasta de la mujer, en lo (1) El carro, seguin ol dornmento que estamos citando, tenia nuove varas de elevación, cinna do largo y tres des ancho.