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los hijos que les quedaban aún en Buenos Aires, para que no fuesen arrebatados de las calles por las levas de la Mazorca.

—Cada familia, cada individuo, era, en fin, la imagen viva y palpitante de la ansiedad, de la más penosa y terrible incertidumbre.

Tal era el inmenso cuadro que apenas bosquejamics, al fin de la primera mitad de agosto, tiempo también en que vannos á encontrarnos de nuevo con los personajes de esta historia.

Il corazón de los patriotas latía de tomor y de esperanza. El de los héroes de las «parroquiales» de miedo y de temor.

Pero, antes de cerrar este capítulo, vamos á explicar esa voz «parroquiales», con que en este libro se ha determinado á menudo una época á que no se ha dado todavía un nombre especial.

III

Al anochecer del 27 de junio de 1880 fué asesinado en las antesalas de la cámara de representantes el presidente de ésta, don Manuel Vicente Maza.

Dejemos la palabra á los documentos, porque éstos de suyo han de reflejar sobre la conciencia del lector todo lo que hay de horrible y de repugnante en los hechos que fijamos como antecedentes de esa bacanal pública, que se llamó <fiesta de las parroquias.> «En Buenos Aires, á 27 de junio de 1839, á »las seis y media de la noche, se presentó en la seasa—habitación del señor vicepresidente primern >de la honorable sala, ciudadano general don Agus-