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»mo de los asesinos, en vez de obrarse, como ellos »pensaron, en el ánimo de las victimas.

»Hay ciertos momentos en que el medio segu»ro, infalible, de hacer fracasar un plan político, »consiste en facilitar rápidamente el espacio en »que quiere desenvolverse. Con su sistema de eco»nomías, el ministro Neckor habría conseguido sus»pender la marcha de la Revolución Francesa que »caminaba sordarmente; pero el ministro Colonne, »sucesor de Necker, y que quería, la revolución del »pueblo contre la aristocracia y contra el clero, »prodigaba el tesoro para los placeres de la corte »irritando más de esta manera el espíritu revolu »cionario del pueblo empobrecido y oprimido, y »facilitando el camino de la revolución.

»Yo que compro con mi sosicgo y con mi noin»bre los secretos todos de mis enemigos; yo, que, »palpitando de rabia mi corazón, junto mi mano »con las manos ensangrentadas de los asesinos »de nuestra patria, yo irritaré con mis palabras su #corazón envenenado y los excitaré al crimen cuan»do crea que ese mismo crimen ha de sublevar >contra ellos la venganza de los oprimidos. Porque el día, el instante en que la maño de un hombre »de corazón, á la luz del sol, clave su puñal en el »pecho de uno de los ascaíncs, ese instante, señn»res, será el postroro del tirano; porque los pue»blos oprimidos no necesitan sino un hombre, un »grito, un momento para pasar estrepitosamente >de la esclavitud á la libertad, del marasmo á la zacción.»> La fisonomía de Daniel estaba radiante, sus ojos chispeaban, sus labios gruesos, y rosados habitualmente, encendidos como el carmín. Las miradas de todos estaban fijas sobre él. Solamente