Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/239

Esta página no ha sido corregida
— 235 —

zos la he sentido sufrir, y la he sentido desmayarse. Mírala parece que vuelve... Sí... sf—y Florencia levantósc súbitamente, tomó la cabeza de su madre y llenó de besos aquellos ojos que acababan de derramar sobre ella la primera mirada.

Madama Dupasquier había vuelto de su des— mayo.

Esa mujer, tipo perfecto de lo más delicado, do lo más culto de la sociedad bonaerense, reunía en sí todo el orgullo, toda la altivez, todo el espíritu de los nobles descendientes de los héroes de nuestra independencia, que, enorgullecidos por su origen, fueron siempre intransigentes con todo lo que no era gloria, talento ó nobleza en la República; de esas mujeres que sufrían más que los hombres por la humillación que la dictadura hacía sufrir al país; y que, más que los hombres, teofan valor para afrontar los enojos del tirano y de la plebe armada é insolentada por él.

Las páginas de sangre del gobierno de Rosas revelan las víctimas de su tiranía, que han caído al puñal ó al plomo de los asesinos públicos. Al lado de los nombres de Rosas, de Maza, de Oribe, do todos esos famosos verdugos del pueblo argentino, se escribe continuamente el martirologio de los que se negaron á la ruina y á la degradación de su patria. Pero sólo Dios puede haber escrito en las págicas santas del libro eterno de su justicia la vasta nomenclatura de los que han muerto al influjo de los rigores de esos bandidos, ejercidos sobre la organización y la moral. Sólo Dios sabe cuántas mu1 dres han ido á la tumba por las huellas ensangrentadas de sus hijos; cuántas esposas han ido al Cielo á buscar al compañero de su existencia, arroella por el plome de Rosas, ó por el cu-