Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/234

Esta página no ha sido corregida
— 230 —

Tengo que cumplir este último requisito; abra usted.

Pero qué requisito?

—Tengo orden de inspeccionar sus papeles.

¡Oh! esto es demasiado, señor, usted ha venido en busca de un hombre & mi casa; csc hombre no está, y debo decir á usted que nada más consentiré que se haga.

Victorica so sonrió, y dijo:

—Abra usted, señora, abra usted, por bien.

—No.

No abre usted?

—No, no.

Victorica se dirigía é la papelera, cuya llave estaba puesta, cuando Mariño, que había oído el interrogatorio desde el gabinete, se precipitó en el aposento, para ver si con un golpe teatral conquistaba el corazón de la altanera Amalia.

—Mi querido amigo—dijo á Victorica, yo salgo garante de que entre los papeles de esta señora Do hay ninguno que comprometa nuestra causa; ni diario, ni carte de los inmundos unitarios.

Victorica retiraba su mano de la llave de la papelera, y ya Mariño creía conquistado el derecho ú In gratitud de aquel corazón rebelde á sus ternuras, cuando Amalia se precipitó & la papelera, la abrió estrepitosamente, tiró de cuatro pequeñas gavetas, que contenían algunas cartas, alhajas y dincro, y con una expresión marcada de despecho, se volvió á Victorica, dando la espalda á Mariño, y le dijo:

—He ahí cuanto encierra esta papelera, registradlo todo.

Mariño se mordió los labios hasta sacarse sangre.