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miso. Esta es mi conducts, señora; y si hago tins traición á mis amigos, la causa por que así procedo me justifica plenamente. Esa causa es santa ; nace de una simpatía instantánea que senti por usted desde que tuve la dicha de conocerla.. Desde entonces mi vida entora está consagrada á buscar los medios de acercarme á esta casa; y mi posición, mi fortuna, mi influencia...

—Su posición y su influencia de usted no impedirán que yo le deje solo, ya que no comprende ustcd que su presencia me fastidia—dijo Amalia levantándose, separando la silla en que estaba sentada, y pasando al gabinete de lectura, y de éste á su alcoba, donde se sentó en su sofá, radiante de belleza y de orgullo.

Ah, yo me vengare, perra unitaria 1—exclamó Mariño pálido de rabia.

Pocos mouentos hacía que la altanera tucumana estaba sola en su aposento por no sufrir las impertinencias de Mariño, cuando Victorica, que volvío con Luisa, por el mismo camino que había andado ya, se encontro de nuevo con Amalia.

—Señora—le dijo,—he cumplido ya la primera parte de las órdenes recibidas; y, felizmente para usted, podré decir á Su Excelencia que no he encontrado en esta casa á la persona que he venido á buscar.

Y puedo saber qué persona es esa, señor jefe de policía? ¿Puedo saber por qué se me hace el insulto de registrar mi casa?

¿Quiere usted decir á esta niña que se retire?

Amalia hizo una seña á Luisa, que se retiró, no sin torcerle los ojos á Victorica.

—Señora, debo tomar á usted una declaración, pero deseo evitar con usted las formalidades de